No puedes complacer a todos, y en los negocios, esto es especialmente cierto.
Hay clientes que, sin importar cuánto te esfuerces, nunca estarán satisfechos.
¿Qué haces entonces?
Primero, acepta que no puedes hacer feliz a todo el mundo.
No se trata de ser perezoso y decir: “No importa, no puedo complacer a todos”.
La clave es aprender de la crítica y mejorar continuamente.
Pide retroalimentación, tanto positiva como negativa.
Esto te permitirá identificar áreas de mejora. Usa las críticas duras como oportunidades de aprendizaje.
Pregúntate: ¿Hay un tema común en las quejas? Si es así, abórdalo en tus operaciones o en la entrega de tus servicios.
Finalmente, reconoce que a veces, las necesidades del cliente y lo que ofreces simplemente no coinciden. En esos casos, está bien dejar ir a un cliente.
No siempre es tu culpa, pero siempre puedes aprender y mejorar.